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Reflexión: "La línea inteligente"

12.02.2020 PoR DANIElA RAMoS CARMENATTY 

     Mientras leía el ensayo de Ignasi Pérez Arnal, “La línea inteligente” para la Revista (in)forma edición 5, noté que aunque nos hemos educado en generaciones distintas, en tiempos y espacios lejanos teníamos mucho más en común de lo que podríamos imaginar. Hace dos años fui admitida a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Rio Piedras bajo el programa de Diseño Ambiental. A diferencia de Pérez Arnal, nunca he sido buena dibujante, esa sensibilidad por las artes de la cual Fonteboa nos hablaba, más bien venía por los cinco años de educación musical en la Escuela Ernesto Ramos Antonini en Mayagüez. De hecho, recuerdo que el único diseño que hice antes de graduarme de escuela superior fue objeto de burla por unas semanas. Fue de esos gestos que vienen acompañados de comentarios negativos hacia la admisión universitaria porque no son de la calidad de los arquitectos. Claro, son pocos los que conocen los sketches de Le Corbusier, Gehry y Gaudí antes de haber pisado la facultad. Sin embargo, mi interés por el dibujo siempre ha estado presente, considerando las artes como el lenguaje universal de la cultura. Mi eterna obsesión por las líneas, esa continuación de un punto elevado a su forma más sencilla, cómo caen, se mueven, se doblan y se transforman dando paso a una realidad que nos rodea constantemente no es tema de conversación en la Escuela de Arquitectura. Todo lo contrario, pocos son los profesores que le dedican tiempo a la simpleza que es capaz de generar todas las maravillas que podamos imaginar. Esas líneas que Zaha Hadid, Frank Lloyd, Oscar Niemeyer y Mies van der Rohe logran convertir en sus más significantes obras. Aquí, al igual que en la Universidad de Barcelona que educó a Ignasi Pérez Arnal, enfatizan más en el dibujo técnico que en el dibujo instantáneo, y son más las criticas que juzgan esos garabatos que las que ayudan a descifrarlo. Entonces reflexiono, ¿realmente los ordenadores son capaces de transportar esa idea que no podemos dibujar de nuestra mente o nos imposibilitan más la clarificación de esas ideas? Considerando que no nos refuerzan la técnica de dibujo instantáneo y en cinco meses debemos dominar el manejo de 4 programas computarizados. Comentaba un profesor en clase, que completó su bachillerato y principios de maestría plasmando ideas sin tecnologías digitales, medida que le ayudo considerablemente a entender sus ideas y cómo transferirlas. Entonces, las mismas preocupaciones que atravesaron la mente de estos arquitectos  comienzan a atormentarme durante mi formación, ¿qué sucede cuando no podemos visualizar o dibujar lo que en nuestras mentes es una maravillosa pieza arquitectónica? Pues según algunas malas experiencias, esa arquitectura se deja para luego. Mientras tanto, sigamos viendo arquitectura de otros países mientras completamos proyectos sin experimentación alguna. Anhelando nuestro adelanto arquitectónico me cuestiono, si nuestra prestigiosa Escuela de Arquitectura forma arquitectos incapaces de dibujar e imaginar, entonces ¿quiénes construirán nuestro futuro?

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